Desde
 años se conoce que la mente es producto del funcionamiento del sistema 
nervioso, aunque la mente sea más que los componentes que forman al 
cerebro. Así mismo se ha demostrado que existen diferencias anatómicas y
 funcionales entre el hemisferio derecho e izquierdo y entre los 
cerebros masculinos y femeninos en los humanos. 
Después
 de la octava semana de vida fetal, los diminutos testículos del feto 
masculino empiezan a liberar enormes cantidades de testosterona con las 
que «impregnan» los circuitos cerebrales y los transforman del tipo 
femenino al tipo masculino. De esta manera, por ejemplo, el centro 
cerebral que denominamos técnicamente la zona del «impulso sexual» dobla
 su tamaño en el cerebro masculino. Al nacer, todos tenemos o bien 
circuitos masculinos o bien circuitos femeninos. Como el cerebro 
femenino no se ha visto expuesto a tanta testosterona, las niñas nacen 
con circuitos femeninos en los que algunas zonas son más grandes y otras
 más pequeñas que en el cerebro masculino.
En
 la pubertad, cuando los chicos tienen entre 9 y 15 años, los niveles de
 testosterona empiezan a aumentar y se multiplican por veinticinco, lo 
que empieza a activar los circuitos masculinos de estímulo sexual. En 
ese momento, los jóvenes empiezan a tener fantasías sobre el cuerpo 
femenino y sobre la actividad sexual. Esto no implica que el cerebro 
femenino haga que la mujer no esté también interesada en el sexo. La 
sexualidad de las chicas también cambia en la adolescencia a medida que 
se incrementa el estrógeno y, en menor medida, la testosterona. En ese 
momento, las chicas empiezan a desear resultar sexualmente atractivas 
para los hombres. La adolescente pasa mucho tiempo frente al espejo y 
cultivando el autoadorno y esto sucede en todas las culturas. En todas 
partes, las jovencitas hacen lo que resulte adecuado en su cultura para 
atraer al sexo opuesto. Esto no es producto de los medios de 
comunicación. Los medios nos inundan de imágenes que nos instan a ser 
atractivas, pero estos circuitos en el cerebro femenino para expresar la
 sexualidad son naturales, especialmente antes de la ovulación. Ese es 
el momento en el que las mujeres coquetean más para intentar atraer el 
interés de los hombres hacia ellas. El clímax del estímulo sexual de la 
mujer se sitúa en torno a dos días antes de la ovulación. La madre 
naturaleza lo ha diseñado así para que las mujeres se sientan tentadas a
 practicar el sexo y que haya esperma aguardando cuando salga el óvulo y
 aumentar las posibilidades de quedarse embarazadas.
(Basado en los estudios de la neurobióloga Louann Brizendine)
                                                                                                          Antonio García

 
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